miércoles, 17 de octubre de 2012

Sal a comerte el mundo.

Un día te despiertas de buen humor, con ganas de salir a comerte el mundo, con ganas de fiesta, de bailar y de escuchar música que te envuelva completamente, con ganas de reír, de luchar, de regalar alegría a todo aquél que te mire o que te rodee. Con ganas de libertad.
Te preguntas por qué estás tan alegre si has tenido cantidad de problemas los días anteriores; si ya no tienes a esa persona especial que tanto quieres, si tu madre está enfadada contigo. Decides no darle vueltas al tema después de llegar a la conclusión de que no hay un porqué, simplemente tu cuerpo, tu alma ha decidido que sea así, que por un día sonrías y no estés enfadada o llorando.
Lo malo es que siempre llega una persona o un acontecimiento que te fastidia la sonrisa y hace que de tus ojos se vuelvan a derramar lágrimas. A veces me da por pensar que yo no tengo derecho a ser feliz, que como le pasó a mi madre, me pasará a mí ya que a la hora de pensar y hacer las cosas me parezco mucho a ella. No quiero decir que por ello vaya a cometer los mismos errores que cometió ella, sino que las personas tendrán una forma parecida a la generación de mi madre de encajar mi forma de ser, de pensar y de actuar. Cuesta mucho encontrar personas que se molesten en escucharte, en entenderte y en apoyarte. Pero bueno, las hay, sólo hay que aprender a buscar con paciencia.
Nunca dejes que te derrumben, derrúmbate cuando necesites descansar.

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